Si me tuviera que quedar con una frase de este increíble viaje a Jordania, sería con la que más veces repitieron mis clientes: “Ha superado mis expectativas”. Me gustaría desgranar por qué creo que ha sido así.
Ir 40 personas en enero de 2022, en plena sexta ola de la pandemia, hasta un país en Oriente Medio ya dice mucho de los que han dado el paso. No les ha resultado fácil: familiares y amigos diciendo “estáis locos”, comidas y cenas de Navidad canceladas por miedo al contagio, sufrir los nervios de pasar dos PCRs, una antes de salir de España y otra al llegar al aeropuerto de Ammán.
Pero cuando recibes los dos resultados negativos, un clic salta dentro de ti y dices: ¡BIEN! ¡Ahora sí, ya me creo que estoy aquí y voy a disfrutarlo como si no hubiera un mañana!. Por cierto, la organización de las PCR en el aeropuerto de Ammán, impecable 😉.
Después de pasar por todo esto, tengo que decir que la predisposición de todos los viajeros…¡ha sido de 10! Debería haber una palabra más allá de heterogéneo para definir este maravilloso grupo.
Desde nuestra jovencita Alejandra con sus 18 primaveras hasta nuestro querido Pepe, que a pesar de sus 77 añitos no quiso perderse ni una aventura. Y eso que en alguna ocasión le tuvimos que ayudar a levantarse del suelo de la Pick up que nos llevaba literalmente volando por las dunas de Wadi Rum 😉.
Personas que venían solas y no conocían a nadie en el grupo, parejas, viejos amigos, matrimonios con sus hijos, sin ellos, hermanos, primas, … y al final todos amigos del alma tras la experiencia vivida.
El primer día de un viaje (sobre todo cuando el punto de salida es Extremadura) es largo, duro y se duerme poco. Y para colmo, al día siguiente el planning nos llevaba a recorrer un largo periplo si queríamos ver todo lo que teníamos planeado en nuestro viaje a Jordania.
Tuvimos que ir más rápido de lo que nos hubiera gustado (reconozco que me sentí un poco beduina azuzando al rebaño🤣). Pero ya se sabe: ¡¡¡Nadie dijo que la vida del viajero fuera fácil!!!
En un mismo día conocimos Amman, el Castillo de Ajlun y el plato fuerte del día, Jerash. Una de las ciudades romanas mejor conservadas y más espectaculares del mundo. ¿Lo mejor? La mayoría del grupo no sabía de su existencia y me encantó ver sus caras de sorpresa.
Pasados estos dos días, les prometí que a partir del tercero todo iba a ser más relajado (an sha’ allah, es decir, si Dios quiere, como decía nuestro guía Omar cada vez que nos proponía un plan). Y cumplí mi palabra.
El trayecto de Amman a Petra se convirtió en un sosegado viaje al pasado, reconociendo aquellos lugares de los que hemos oído hablar desde pequeños: el Monte Nebo desde donde Moisés vio la tierra prometida, las aguas del Río Jordán, Jerusalén y Jericó a lo lejos… Y de allí a Madaba, donde todos se sorprendieron ante el espectacular mosaico bizantino del siglo VI con sus dos millones de teselas que describen un mapa perfecto de Tierra Santa. Viendo algo así uno se siente pequeño, insignificante.
Y como el día había ido perfecto e íbamos bien de luz solar, conseguí darles la sorpresa que tenía preparada: llegar a la Pequeña Petra al atardecer.
Ir en el mes de enero de viaje a Jordania es una maravilla, porque hay muchos menos turistas que en otras épocas y debo decir que tuvimos una suerte increíble con el tiempo. Pero a las 16:45h empieza a oscurecer y hay que tenerlo muy en cuenta. En cualquier caso, ver ese aperitivo que es la Pequeña Petra con los últimos rayos de sol mereció la pena y mucho .
Viendo sus caras, cómo subían a todas partes, y las miles de fotos que hacían, estaba ansiosa por ver su reacción cuando llegaran a Petra.
Tras tres días de “vida turística” en un país donde en la mayoría de hoteles y restaurantes no nos daban opción de una cerveza o un vinito para cenar, algunos de nuestros viajeros ya anhelaban un poco de marcha y copeo. ¡Et voilà!
Dicen que es el bar más antiguo del mundo, y es que está ubicado en una tumba nabatea original.
Para nosotros, un oasis en el desierto y si además nos ofrecen poner música, ya os podéis imaginar el resultado.
Al punto de la mañana ya estábamos listos. Nervios, ganas, ilusiones…Omar, nuestro guía, iba parando y explicando cosas a lo largo del SIQ, ese estrecho y mágico lugar que consiguió que Petra fuera impenetrable. Pero todos estábamos deseando llegar al final, y es que la sensación que se siente cuando en el último recodo aparece de repente el Tesoro de Petra, es indescriptible.
Vi lágrimas de emoción, bocas abiertas, personas que se quedaban ancladas al suelo mirando hacia arriba…se escuchaban además todo tipo de interjecciones: Hala, WoW, ¡¡¡qué pasada, qué maravilla!!! A partir de aquí, fotos, sonrisas, muchas horas caminando descubriendo decenas de lugares, tumbas, templos….
Paramos a comer en uno de los dos restaurantes del recinto, donde por cierto comí unos falafels extraordinarios y, como no, algunos nos dimos el gustazo de tomar unas merecidas cervecitas bajo un sol reconfortante antes de subir los 800 escalones que llevan al Monasterio para admirar las mejores vistas. El día no pudo ir mejor.
Pero aún quedaba la noche. Era 5 de enero, Noche de Reyes. Y nosotros habíamos ido a Oriente a buscarlos 👀. Aunque llevábamos unos 18 o 20 km a nuestras espaldas, nadie se quedó atrás cuando organizamos una pequeña fiesta en el hotel y pusimos nuestra musiquita. ¡¡¡Nos vinimos arriba!!!
Mis clientes también tuvieron un pequeño detallito de parte de los Reyes de NinesCalle.com 🤗.
En fin, un bonito día para recordar, pero no el último de nuestro viaje a Jordania.
Al día siguiente, tocaba cambiar de hotel y la sensación era que ya había pasado lo mejor del viaje. Pero aún quedaba mucho por ver, y, sobre todo, por disfrutar.
Llegamos al Desierto de Wadi Rum (o el Valle de la Luna) y nos repartimos en unas simpáticas Pick up. Paramos en sitios preciosos, escuchamos las leyendas de Lawrence de Arabia, aprendimos a ponernos el pañuelo, tomamos un té en una jaima y nos pintaron los ojos con khol. ¡Mirad que guapa una de mis viajeras!
De nuevo la sorpresa fue extraordinaria. Wadi Rum no es como otros desiertos, sus dunas, su luz, las piedras rojas que lo salpican formando a veces arcos magníficos…. Hicimos de nuevo cientos de fotos. Incluso intentamos hacer una saltando. Misión imposible…¡pero quedó muy divertida!.
Por si habíamos tenido poca aventura, cuando les ofrecí hacer por la tarde otra escapada al desierto en 4×4 más movidita y ver la puesta de sol, mi extraordinario grupo dijo de forma unánime: SI. Y allá fuimos “volando” en el espacio abierto de los vehículos, haciendo carreras, riendo y disfrutando como niños hasta llegar a una de las puestas de sol más bonitas del planeta.¡Otro momento Wow!
El día de Reyes había sido sin duda muy especial, pero también lo fue la noche, ya que nos alojábamos en campamentos en el desierto y todos dormimos en las espectaculares tiendas marcianas. No me extraña que las llamen así, es como estar en medio del planeta rojo. Ver las estrellas o el amanecer desde la cama es como un sueño hecho realidad. En los campamentos nos agasajaron con unos deliciosos platos de cordero, pollo, arroz y patatas asadas bajo tierra.
Los más madrugadores decidieron hacer un paseo en camello para ver el amanecer y todos coincidieron en que había sido una experiencia preciosa. Sus fotazas dan buena cuenta de que fue así.
Finalmente, conseguimos hacerlo en una especie de merendero con vistas al Mar Muerto. Aunque la comida jordana es buena, cuando llevas muchos días de buffet, un buen jamón, lomo y queso saben como dirían las abuelas, a “gloria bendita”.
Nos alojamos en el Hotel Ramada, al pie del Mar Muerto. Las risas de todos flotando en el mar, untándose de barro, y recordando los días previos era música para mis oídos. Más de la mitad del grupo quiso además disfrutar de un masaje relajante en el hotel. ¡Claro! Nos lo merecíamos.
Al día siguiente, algunos de nosotros fuimos a un sitio emblemático que yo no conocía. Aunque vayas varias veces a un país, siempre hay cosas nuevas por descubrir: en este caso, el lugar donde bautizaron a Jesús en el Río Jordán. Tanto si crees como si no, es uno de esos sitios que te envuelve, que te hace sentir algo. Nos trajimos agua del río y alguna, hasta se bautizó.
Quería que mis viajeros terminaran el viaje con buen sabor de boca. Por ello, había contratado nuestra última comida en un restaurante excelente, el Salma. Tomamos una degustación deliciosa de la cocina jordana. La tarde la reservamos para conocer la Mezquita Azul y para hacer las últimas compras. Creo que no se puede aprovechar mejor el tiempo.
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